11/12/07

la cuchara

Primero fue la mano

para calmar la sed

su hueco bastaba


El palo o el hueso

materia rudimentaria

su hueco bastaba


La mano

modeló el barro

su hueco bastaba



El fuego

fundió el metal

Y su hueco bastaba




Pobre

Preso

Esclavo

Rico

Niño



Cuentos y nanas

a tu orilla

y el vacío de tu hueco

la esperanza.






30/11/07

un taller dentro de otro

Una caja de plástico detrás de otra, uno las desarma, otro marca los lyers, y otro las monta otra vez con los papelitos dentro, a la espera del disco.

El trabajo manual hermana a las personas, me dice Manuel.

Sobre el mármol, que resplandece bajo las ventanas a la Calle Defensa, con mis 17 años preparo el bote de blanco bueno para las letras en los carteles de lino rojo. A mi derecha se pudre en un tanque de 50 litros una pintura gris formada por todos los restos de los tarros, de todos los sobrantes de cada día.

Yo, el aprendiz mas joven de el taller, intento por primera vez unos trazos con temple rellenando las letras. Cada movimiento del pincel, plano y largo, me mete ,como un juego de muñecas rusas, en otra historia anterior. La de mi abuelo que, primero aprendiz y luego propietario del taller , inventara mil y una maneras de elaborar artesanalmente los carteles de las empresas inmobiliarias. Carteles que necesitaban para el inmenso loteo que era Buenos Aires en los años 20, 30 ,40… Bastidores de madera y lienzos de lino rojo tensados se almacenaban verticalmente , como si fueran obras de arte de grandes dimensiones , como la de los artistas actuales. Carteles de chapa y madera, mas resistentes, se apilaban con ligeros separadores de madera, agrupados por tamaños.

Mientras las pinceladas inseguras rellenaban un ondulado mar de Banco Río, alguien a mi izquierda , con un pulso increíble venía trazando una linea horizontal de varios metros , sin titubeo. Si silbido traía viejas historias de mi abuelo y su socio.

En otro rincón hervía una olla de agua caliente, para los ravioles del mediodía. En la heladera helados artesanales que alguien había traído de la Avenida de Mayo. Un aperitivo de salamín, con maní salado, y Hesperidina, nos abría el apetito. Salduendo, mimaba la mesa improvisada con un cartel, oculto por un mantel a cuadritos. Los banquitos que usábamos para pintar, eran las sillas de este improvisado restaurante italiano. La humeante cacerola, el pan, y el vino .

Durante la rigurosa siesta, los mas jóvenes conspirábamos en la construcción de una guitarra casera, con una lata de pintura, un mástil de listón de yesero, los trastes de alambre galvanizado y las cuerdas de cable de cobre muy fino. Nos sacaba de la hora de recreo la pintura que se secaba.

Todos formábamos un equipo donde cada uno cumplía su papel con lo que sabía hacer mejor. Con los años supe que ésta experiencia había sido el inicio de muchas otras, de trabajo en equipo. En la facultad, en los estudios y empresas en que trabajé.

El tintineo de las monedas sobre el mármol, llamaba la atención de los peatones que en la acera buscaban monedas desesperadamente, guiados por el sonido provocado.

Un trazo, medio giro, otro trazo. Por el pasillo entran corriendo los niños de Gianni. El trabajo está llegando a su fin. Estrenamos nuevo equipo. Las maneras de producción han cambiado, los pinceles trocados por ratones y ordenadores.

El trabajo manual hermana a las personas, me dice Manuel, nuevamente.

Los hermanos me devuelven la mirada. El trabajo está terminado.


Segovia, 30 de noviembre de 2007



30/10/07

de ida y vuelta, la vida continúa

Esta tarde encontré casi de casualidad una caja con fotos de mi abuela Mercedes, ella nacida en Argentina pero hija de gallegos, había ido en 1929 a la aldea de Galicia, donde vivía su padre, a tener a mi madre, luego en 1930 decidió volver a Buenos Aires, a criar a mi madre, cerca de mi abuelo, que a pesar de no querer saber nada de mi madre, luego accedió a reconocerla, no a convivir.
Decía que encontré una caja con fotos de mi abuela, y allí unas cartas entre 1943 y 1947, escritas por mi bisabuelo Manuel a mi abuela Mercedes que ya vivía en Buenos Aires. En esas cartas mi bisabuelo le habla de los inviernos fríos y de las enfermedades que padecían consecuencia de ello. También al principio de las cartas el manifiesta sus deseos que estén todos juntos pronto, incluso hacia 1947, el ya le encontró candidato a mi madre. Pero al final en las ultimas cartas el le pide a mi abuela que vuelva a Galicia, porque ellos ya están viejos ( no les quedaba ningún otro hijo, todos murieron de enfermedades o en la Guerra). No sé lo que le escribiría mi abuela. Pero ella decidió quedarse en Argentina y darle estudios a mi madre. Ella que adoraba a su padre , no pudo atenderlo en su vejez. Sacrificó esa parte tan importante de su afectividad volcándose en lo que creía mejor para su hija, sin ser una madre posesiva, ella era todo entrega y desprendimiento.
Hoy las circunstancias son distintas, la historia se repite a la inversa, y la vida me permite devolver lo que se me ha dado, mis padres están ya mayores y mi padre con una enfermedad crónica que seguramente le acorte sus días. Les he propuesto venir a vivir a España, donde podrán acariciar a sus nietos, y ver como la vida continúa, asentada en sus cimientos.
Y así devolver la caricia que mi madre no pudo recibir de su abuelo al despedirse de él, con 1 año de edad en el puerto de Vigo.

3/10/07

Mama gata

Desde hace un mes que pide salir todas las noches. Si llueve, como estos días, sale a beber de los charcos. No sabemos donde duerme ( si es que duerme) o donde se cobija, con el mal tiempo.
Pero todas las noches pide salir. Entre las seis y las siete de la mañana empieza a maullar para entrar. Apura el paso y escaleras abajo va a comer algo y luego se arrincona a dormir. Con su patita renga protegida y al calor del rincón. Mientras duerme, Cris sale al recuento de cadáveres. Hay días de dos, tres y hasta cinco ratoncitos muertos en el jardín. Este verano ha sido notable la plaga de ratones de campo que además con el incendio se han metido en el pueblo a comer de donde encuentren. Pero la gata los mantiene a raya.
Por la ventana el sol le baña con una luminosidad que le da un halo divino.
Pero ayer cuando entró, después de sus incursiones nocturnas, subió rápidamente a la planta alta. De un salto se encaramó en la cama del niño, y haciendo caso a su instinto maternal, le maulló a escasos centímetros , como para despertarlo. En su maullído parecía indicarle a nuestro niño, que allá abajo , en la alfombra, le esperaba el desayuno, que ella había cazado para él en la madrugada.

22/9/07

La operación


Hora y media de amansadora en el juzgado ya está bien. Para un trámite de cinco minutos, la funcionaria, como es día de mercado, se fue a desayunar, y la muy turra no aparece. El tiempo de las compras en horario de trabajo se lo estoy pagando yo. En el juzgado para ratificar los papeles que consagran mi alejamiento de tu vieja. Y vos en el hospital haciéndote amputar ese pedazo de apéndice que se te inflamó a tres dias de empezar las clases de nuevo.
Cuando te llevó a Urgencias, tu vieja no quería creer que era apendicitis, por eso esperó todo el día. Cuando llegué al hospital , ella se marchó a pasear la perra y me dijo que la mantuviera al tanto. El médico cuando te vió tampoco quería creerlo. Pero yo que me acuerdo de cómo es eso, estaba seguro. Por algún lado el cuerpo nos pasa factura de las cosas que no podemos digerir, o tragar. Si no miralo al abuelo, como la estuvo pasando todo el año. Nuestras emociones, y nuestro sentimientos, si no los sacamos fuera, se la toman con las vísceras o con cualquier parte de nuestro cuerpo. Son la señal inequívoca que nuestra alma está sufriendo.
El médico me miró sobrador y me dijo que eso no podía ser apendicitis, yo le dije que en mi modesta opinión , aprovechando los medios que tienen , que porqué no te hacía las pruebas del protocolo correspondiente. Siguió soberbio pero no quiso arriesgar. Y te mandó a hacerte una ecografía y una analítica. Me preguntaste cándidamente si lo de la ecografía no era eso que le hacían a las mujeres para saber de la evolución de los embarazos, pero hijo mío también sirve para ver otras cosas, especialmente las que no salen en los rayos x, te contesté como si yo fuera el médico. Vos necesitabas de mi seguridad en ese momento, y entre los dolores y las bromas , con ganas de hacer carreras en silla de ruedas, te llevaron a la eco.
Cuando volvió el médico con su soberbia en el bolsillo trasero del pantalón, dijo : Las pruebas dan apendicitis, ahora vendrá el cirujano para ver que pasa. Vos pensabas que te daban un poco de suero y te mandaban a casa. Todo fue muy rápido, yo llamando a tu vieja para avisarle, y enseguida vino la cirujana, trajeron un papel para firmar la autorización, y la camilla del quirófano. Tenías miedo, lo veía en tus ojos, me preguntaste acerca del riesgo de morir en la operación. Te dije que ninguno, que seguramente saldría todo bien, que te habían pillado a tiempo, no como a mí hace 26 años. Te metieron en la camilla hacia el quirófano, las luces de los pasillos iban marcando con un brillo frío en tu rostro el ritmo de nuestra marcha. A la puerta del área restringida, el enfermero me paró en seco y me indicó la sala de espera, allí me informarían oportunamente del resultado. Y allí te entregué con un beso en la frente y el alma encogida. Tenías miedo, pero por otro lado tenías esa necesidad imperiosa que te sacaran el entripado acumulado en tu cuerpo durante no se cuánto tiempo. Lo sé porque hoy que ya estás aquí , recuperándote tienes otra manera de hablar, otra manera de estar en el mundo.

Para Horacio.

Basardilla 22 de septiembre de 2007.

9/9/07

hombres ruines


Fuego,viento, hierba.

Vacas muertas
Aire de fuego
Vacas agonizantes
Horror de niños.


Ya el hombre no tiene
pinares que quemar
Solo en la tierra yerma
el ganado .

Fuego, viento, manos

El sueño no concilia
vacas que agonizan
solo importan pesetas
mas no vidas.

Fuego,viento, hombres.


Basardilla, 9 de septiembre.

29/8/07

El Incendio


Cuando entraste ayer por la puerta, con un nudo en la garganta y los ojos llenos de lágrimas, no supe que hacer, la comida estaba servida, y en un acto mecánico nos sentamos a comer, mientras el humo se colaba por todos los resquicios.
-Hay vacas muertas, algunas con heridas irrecuperables, habrá que sacrificarlas. Me dijiste.
Pero cuando salimos a la calle , al ver a los vecinos con mangueras y cubos, y el horizonte con ese humo que todo lo invadía, tomamos verdadera conciencia de lo que se venía.
- Que ya ha pasado el puente de la vega y viene para aquí . El viento de poniente sostenido durante varios días lo estaba acercando peligrosamente al pueblo.
Un camión hidrante, hacía lo suyo para contener las llamas que rápidamente lo devoraban todo y se acercaban a las balas de paja acumuladas en un nave cercana. Tú te fuiste a convencer a aquella anciana que con una rama de fresno se disponía a defender la nave de las vacas, de la voracidad del fuego.
-Que ya ha llegado a casa de Mariano. Y todos corriendo para allí para enfrentarlo.
Aparecieron los primeros helicópteros cuando ya se estaba por rebasar la línea que divide el campo rústico, del pueblo.
El fuego ya estaba consumiendo alguna nave donde se almacenaba paja para el invierno. Las vacas desesperadas deambulaban por el pueblo, mostrando las heridas terribles.
No pensábamos que nos tocaría a nosotros. Todos estos años contemplando por televisión los desvastadores incendios de Guadalajara y Galicia.
Al encontrame con Alfonso, me contó que en la carretera estuvo como perdido entre el humo y el calor abrasador cuando intentaron contenerlo.
-Ya el fuego va hacia Santo Domingo. Algunos por sus móviles llamaban a los que no estaban. Aumentaban los efectivos de bomberos, y corría el rumor de que si no lo controlaban nos evacuarían.
El campo quedaba yermo , arrasado a su paso, la hierba no segada, las zarzas, los fresnos, los olmos muertos, todo era su alimento.
La tarde iba cayendo y finalmente entre todos pudimos contolarlo, los bomberos, los servicios de protección civil, y los vecinos, que acudimos al lugar en cada momento.
Apagando los últimos rescoldos para que por la noche no se reavivara.
Mientras los bomberos y los helicópteros luchaban contra una montaña de balas de paja que ardía, a pocos pasos, los restos de un carro hecho cenizas, asomando entre éstas, las piezas de hierro que lo sostenían, era el símbolo vivo de la destrucción.
-A las ocho y media hay reunión en el ayuntamiento para coordinar los retenes de la noche.

Basardilla 28 de agosto de 2007


13/8/07

El amigo

Me esperaba en la puerta de su casa, después de veinticinco años sin vernos.
Esa mañana, mientras en un bar cercano hacía tiempo hasta que se hiciera la hora del encuentro, traté de recomponer mis recuerdos, mirando a través de la ventana del café, hacia el kiosco de diarios de la esquina.
Desde la última vez que nos vimos me pasaron: una dictadura, la carrera, dos matrimonios, hijos y la migración a otro país.
Fuimos cómplices de delitos varios y perseguidores implacables de los mismos rituales.
Muchas veces no podía seguir el ritmo frenético de sus aventuras, que comenzaban al entrar por la boca de un cine, y continuaban con un guión delirante para una película que él dirigiría como un cineasta genial. Yo a su sombra, lo admiraba y trataba de dar forma a sus sueños, inventando mil artilugios, para que sus películas alcanzaran un mínimo de dignidad, pero a las que sabía vivas y auténticas en su origen y realización.
Primitivos juegos con una super 8 sin sonido, a la cual nos ingeniábamos para crearle una banda sonora en un anticuado grabador a cinta. Luego a medida que proyectábamos la película terminada, ésta se cortaba cada dos por tres y se hacía cada vez mas corta al perder fotogramas, entonces el sonido ,que funcionaba aparte, se desincronizaba, generando escenas hilarantes.
Cuando éramos más pibes y llegaba el verano, nos separábamos, cada uno con sus familias partía a los sitios de vacaciones, el a Mar del Plata y yo a las Sierras de Córdoba. Desde los respectivos lugares nos enviábamos postales contándonos las últimas películas vistas y las revistas mejicanas que habíamos leído.
Guardaba en un sobre los programas de las películas para luego cuando nos encontráramos intercambiarlos como figuritas.
Sabía que él aguardaba ese momento con ansiedad, pues con su prodigiosa memoria, se aprendía los títulos, géneros , directores, actores, productores, guionistas, y todo lo que tenía que ver con el film. La afición la extendió luego a los programas de televisión, convirtiéndose en una auténtica enciclopedia del cine y la TV.
En su casa el viejo era también de una memoria impresionante y creo que él sacó de su padre esa aptitud. El viejo recitaba interminables poemas de memoria. En cambio mi fascinación se dirigía a su madre, pintora , dominaba el dibujo y la pintura con un oficio muy especial. Ella en la sombra me parecía toda una artista.
Cuando tenía algún dibujo difícil que realizar en el cuaderno, acudía a ella que me enseñaba los trucos para darle mas naturalidad y realismo a la ilustración. Pasaba muchas horas en su casa, y así fuimos forjando un vínculo. A veces era tan fuerte el impulso de compartir el tiempo y las vivencias, que se hacía difícil la hora de retornar a casa. Existía allí un ambiente de libertad,( para muchos de dejadez ) que entroncaba con mi sentir.

Hacia la adolescencia se instaló el rito de las películas y la posibilidad cierta de realizarlas, paralelamente a la persecución de las chicas que parecían inalcanzables como un largometraje.

La incursión ingenua en los momentos políticos del 73 acompañadas de salidas nocturnas clandestinas para la pegada de carteles, que habíamos confeccionado nosotros, en el reverso de otros carteles políticos, conseguidos en Unidades Básicas o Comités Radicales.

Luego la memoria se hunde en la nube de la desmemoria, una novia, una mudanza, la dictadura, el inicio de la Facultad...


Toco el timbre de la puerta de su casa, y allí está como siempre, como si nos hubiéramos visto ayer.
Me invita a pasar y me ofrece compulsivamente, vino, wisky, algo de picar. Tenemos que ir a buscar los chicos al Colegio, y así recordamos viejos tiempos. ¡¡Después de comer te tengo preparado un programa!!

Pone en el equipo de música unos cassetes y empieza con las adivinanzas: te acordás de que serie era ésta. Yo con cara de póquer sonrío, pero no atino. De la serie “El Fugitivo” y así con otras.
Me muestra la casa y el increíble archivo de películas en video y cintas originales en 16 mm y 35 mm. Unos 5000 títulos.

¿Y los viste todos? Me imagino que te sabés de memoria el reparto y todo eso.

Me mira y sonríe socarronamente.

De repente en una cajita como de bombones, cuadrada, me trae en su carrete, una película super 8.

¿Te acordás? .... Ya no tiene el sonido. No la veo desde aquella época, me dice….

Y mirándolo como cuando éramos pibes le pregunto:

¿Tenés el proyector?


Segovia, 10 de agosto de 2007


Al amigo Alberto Míguez , que le he perdido el rastro nuevamente.


7/8/07

Pupitre

Los del mono azul, van depositándolos en los contenedores. Un tipo joven de veintipico, rubio, corpulento, con el casco calzado, agarra la maza y de unos certeros golpes va machacándolos uno a uno. El resultado es un manojo de hierros retorcidos y los tableros de madera rotos. El otro recoge los despojos y los arroja todos juntos al contenedor, donde esperan los otros, destrozados.

Las tablitas rotas conservan aún las inscripciones de los niños, algún chicle pegado en el reverso y ese corazón grabado con el cortaplumas donde quedó sellado el primer amor.

El camión del volquete se acerca marcha atrás con ese pitido que nos alerta de su movimiento. Baja sus brazos lentamente. El tipo del casco engancha las cadenas a los agarres del contenedor. Por la ventana del primer piso un muchacho moreno con el pelo enrulado sigue tirándolos sobre el montón.

La fuerza del goliat-camión carga sobre su chasis el contenedor con los restos y arranca rumbo al vertedero municipal.

De la puerta que está a la sombra sale una figura oscura, la hilera de botones le brillan como monedas de plata. Se acerca a los obreros y con una palmada les dice: -buen trabajo muchachos, que no queden utilizables, a ver si a alguno se le ocurre “reciclarlos”.

Dando la espalda y caminando detrás del camión que se aleja, oigo las voces de los niños que alguna vez pasaron por estas aulas del Seminario, voces que me transportan a mi infancia donde estoy sentado en un pupitre como éstos que hoy desaparecen.


Juan C. Gargiulo 24 de abril de 2004

20/7/07

Recuerdos como balas

La noche esta fría y lluviosa, un chirimiri “gallego” se cuela por todo mi cuerpo, como un elixir que resucita los recuerdos. Entre mis brazos llevo, protegido, el artefacto mecánico que les dará vida por unos instantes en una pared como un espejo. En el bolsillo, las imágenes de los recuerdos, metidos en una cartuchera, como balas de la memoria.

Bajo las escaleras del acueducto abrazando a la máquina para que no se moje. Los adoquines brillan por la calle Fernández Ladreda.

La oscuridad de la entrada me desconcierta por un momento, pero el sonido de los trenes que parten y arriban de la estación me dan la orientación correcta. Bajo su bóveda se vislumbra el cielo y el esmog de la mañana.

Escaleras abajo ( o arriba) estoy nuevamente en la calle.

Las puertas del Hotel Juncal, cerradas con cadena y candado. Tres tipos que desayunan en una terraza me miran con aire desconfiado. En la esquina de la estación un lustrabotas madrugador atiende a su primer cliente. Los floristas del cementerio se dan un apretón de manos al abrir los chiringuitos. En un bar de la calle adoquinada entro para pedir un café con leche. En la mesa tres jóvenes almuerzan bajo la mirada sonriente de Carlitos.

En la fábrica de pasta, la chapa al lado de un portal , reza: DENTISTA. Bajo el sombrero alado y negro me observa la Parca de Plaza Dorrego. El cartel mohoso de Charlone y Jorge Newbery me invita a caminar hasta el charco de la esquina de Enrique Martínez. El me devuelve tu imagen, aquella que se quedó en los sueños de Puente Saavedra o en las casitas de chapa de Dock Sur. En la vereda de losas de Tellier, en Mataderos. O en las tardes interminables de café, en el Oviedo.

El dinosaurio de hierro de isla Maciel, a contraluz . Y desde la popa del barco dos tipos desamarran la nave . Los edificios de Catalinas me saludan, a mi ,que sigo abrazado al aparato, aquí solo en la cubierta.

Suena una milonga , abro la puerta y los pibes del taller están ensayando los pasos de una cultura que no comprenden pero que están empezando a amar. Fabiana se me acerca y me pregunta - ¿Che , pibe trajiste las diapositivas?

Segovia, 10 de diciembre 2002

10/7/07

Nieve en Buenos Aires


La niebla de la mañana , ayer, cubría todo el campo con sus gotitas finas. Estamos en julio y no parece verano.

Al desayuno, los primeros pasos del nene nos entretienen mas que de costumbre. Salimos cada uno en su coche rumbo a los respectivos trabajos.

La rutina se instala lentamente a lo largo del día.

Los albañiles, en la obra encienden un fuego para calentarse. Revisamos puntillosamente el replanteo, la distribución de las conducciones de agua, las probetas del hormigón, y la seguridad : nadie lleva casco excepto cuando llega el arquitecto.

El jefe fuma un pucho detrás de otro, mientras ordena a los “bolitas” asegurar el andamio. En la tercera planta un viejo obrero asturiano, conversa con un marroquí , hablan de la vida , de la soledad, del conformismo que se instala frente a la tele, el partidito del domingo, mientras recibe los ladrillos que le alcanza el morito.

Hay que pedir los certificados, le sugiero al capataz, hacelo con tiempo, porque después los controles se nos vienen encima.

La niebla sigue bajando y parece que no se quiere ir. Las luces de la maquinaria nos indican con su parapadeo que están en movimiento; es difícil percibir la distancia y su cadencia de elefante.

Subo por las escaleras recién peldañeadas, hasta la planta cuarta. Una ráfaga de viento helado me trae la conversación del tercero, junto con el humo del bidón de la planta baja.

Trato de recuperar el aliento despues de subir tanto peldaño . Un grajo vuela bajo . Y mientras me seco el sudor de la frente, allí a través del hueco de la ventana , como un cuadro colgado en la pared, la blanca extensión de la Plaza de Mayo.

28/6/07

Autobus

El dolor en el hombro está como anestesiado. Me acomodo en el asiento 16 de este autobús que me llevará a casa. La gente empieza a subir lentamente, buscando en la oscuridad su número de asiento. Los rostros no se parecen a los de catorce años atrás cuando viajaba de Madrid a descansar los fines de semana en Segovia. Hay estudiantes, gente joven, y rostros de nuevos inmigrantes. Antes el humo invadía el interior del autobús, ahora sólo los timbres de los teléfonos móviles y las ondas cortas que estos emiten me atraviesan por todos lados.

Los asientos tienen la distancia mas reducida. Compruebo en una pegatina que indica la capacidad del vehículo la cifra de 51 ocupantes incluido el conductor.

Por mas que lo intento mi cuerpo no logra acomodarse a estas medidas, no se que hacer con las piernas, que tengo pegadas al asiento delantero. Temo por mi brazo derecho y mis hombros que me están advirtiendo de algo toda esta última semana. Julio me acaba de pinchar con agujas de acupuntura y me siento mejor. Aunque cuando salí del metro empecé a temblar un poco. Mientras esperaba la salida del autobús de las ocho, perdí la noción del tiempo y el coche, porque me distraje mirando el manto dorado de la tarde en la copa de los árboles que empiezan a brotar. Una luz que los transporta al otoño cuando se desnudan para permitir que los rayos mas débiles del invierno calienten a los seres que deambulamos a sus pies.

Ahora desde adentro del coche veo a través de las siluetas a contraluz que suben y se acomodan, los troncos y las ramas bajas incendiadas por el crepúsculo. El coche arranca y se desliza hacia la sierra. Miles de coches atiborran los carriles, febrilmente luchan por salir de la ciudad durante una semana en que sus ocupantes podrán perderse de las rutinas cotidianas y embarcarse en las rutinas de las vacaciones.

El gordo del asiento delante de mí, en un movimiento brusco, reclina su asiento y me deja atrapado como en una trampa de osos. Mi esqueleto se retuerce y la articulación del brazo derecho me recuerda su existencia. Con un golpecito leve llamo la atención de la masa viviente del asiento delantero y le solicito que vuelva el asiento a su posición normal. Airadamente me contesta con palabras inconexas acerca de su cansancio y tras cartón pela un móvil que entre sus manos es como un juguete ridículo. Intenta inútilmente manejar las minúsculas teclas con las morcillas que tiene por dedos. La pantallita muestra cosas que evidentemente a él no le sirven y cada vez mas nervioso teclea, mientras la luz le ilumina el perfil ansioso y desquiciado.

Los cristales del autobús se empañan lentamente, el tráfico de coches es como un cardúmen en busca de la boca del túnel que cruza la sierra y conduce a los paraísos prometidos.

Suena un móvil un asiento mas atrás, en la fila de la izquierda. Una mujer que parece peruana o ecuatoriana, responde con alegría a un familiar que la estará esperando. Otra chica en el asiento de delante de la peruana, se calza las gafas y abre un ejemplar de Cocina Fácil regodeándose en sofisticadas recetas mientras marca en su móvil un número que no contesta. Pasa la página e insiste en comunicarse por teléfono. El hombre del maletín que apagó su cigarro antes de subir, en un gesto inquieto busca en los bolsillos de su chaqueta el infernal aparatito e inicia una llamada.

Mis pensamientos vagan con la fiebre del dolor, la despedida que se aproxima, las traiciones, y esa falta de conciencia de mi cuerpo que hoy me acusa con el dedo en la articulación del hombro derecho.

Pegada al cristal, junto a la peruana, una mujer joven entrega su perfil a la luz que el cielo del anochecer nos envía. El vapor se ha condensado y corren lágrimas de sangre por el cristal. Su perfil ennegrecido como una viñeta de humo gira mientras sostiene otro artefacto pegado a su oreja.

La sierra aplastada por el plomo de las nubes se cubre de un velo de novia rosado esperando nuestro paso. La banda central de la carretera se introduce en el espacio del parabrisas entre un destello rojo y otro verde del panel de control. Por la radio suena una melodía en inglés y desde el fondo pequeños aparatos me devuelven ecos confundidos de música de moda. Mi articulación parece que ha aumentado de volumen . Un parpadeo de luces sobre la portada del periódico se va espaciando hasta desaparecer, el túnel ha quedado atrás. Las conversaciones con seres que están afuera de esta nave arrecian como olas en una tormenta. Todos estamos solos, aislados, sentados, mirando hacia el futuro, las miradas se han cegado, los oídos programados para determinadas frecuencias, las palabras salen del vehículo por hilos invisibles atados a una imagen que no está. El de al lado, el de enfrente, o el de atrás, no existen. Estamos solos en este camino hacia ninguna parte.

En el bolsillo de mi cazadora suena una tarantela, la dejo sonar, y las miradas de alrededor confluyen hacia mi móvil, mientras miro por la ventana empañada, las luces de nuestro destino.

Segovia, 5 de abril de 2004


20/6/07

Al alba ,ciudades sin vos.

No sabía que estabas despidiéndote. Cuando viste la foto, me dijiste que en esa escalera te sentarías a esperar.
Llevabas una semana triste, no encontrabas tu lugar. Una mañana me arrancaste del estudio y café de por medio con los ojos vidriosos me confesaste que habías quemado las naves.
Media vida fuera de la raíz, la ilusión de regresar, la oportunidad de crecer y reconstruir los tejidos heridos, de sanar los vínculos, de recuperar un lugar; se esfumaron con la vuelta a las andadas de los milicos.
Una tarde de otoño de 1992, una visión de caminantes, te atrajo a la sala, donde imagenes del país te reclamaban. Y fue justo al pie, mirando por la ventana del piso 11, reconociste tu paisaje de antes del exilio, ese que llevabas en tu interior, mágicamente yo te lo devolvía en una foto, no era otra que mi última imagen de Buenos Aires antes de emigrar.
Con los ojos vidriosos, mientras las mellis buscaban Rauch en un mapa, me estrechaste tu mano y nos hicimos amigos.
Fantaseamos con proyectos, compartimos mesas y nacimientos, tu música y tu poesía entró en mi vida. Amamos juntos las ciudades al alba, tú poniéndole palabras a la tinta de sus venas y yo frágiles imagenes.
No encontrabas tu lugar, sin saber que ese lugar estaba en el corazón y los ojos de los otros.


A Jorge de Ortúzar , de esto hacen 10 años.

18/6/07

Reyes

..Con la escoba barro las últimas hojas del otoño que pueblan el patio.

El griterío de los pibes estrenando los juguetes que trajeron los Reyes se confunde con el sonido de las hojas secas y la poca nieve que ha caído. Las montañas están ocultas por las nubes de frío.

Un golpe en la espalda y ahí queda picando. Agarro la pelota entre mis manos y miro alrededor. Los chicos de la cuadra se esconden detrás de los árboles. A uno lo veo asomar la nariz.

Recién bajado del 33 y ya me han manchado el traje . La mañana esta radiante , el calor hacia las doce va a ser sofocante y yo enfundado en este traje antediluviano. Camino una cuadra , en la esquina, Don Héctor sale a saludarme , me felicita por la pinta y por el día. Por Escalada gira un flete cargado de alguna mudanza. El tren pita en la estación de Sarandi.

Toco el timbre medio cachuzo. El gato viene caminando por el borde de la pared de panderete que separa del baldío de al lado. Desde la puerta del fondo aparece ella, con una sonrisa que le ocupa toda la cara, los cachetes colorados delatan su emoción.

- Pasá no te quedes ahí como un muñeco de torta. En la cocina todavía queda para unos mates.

Mientras se pone el vestido color salmón que compramos el otro día , me pregunta: -¿Sabés qué día es hoy?

Miro el calendario de la panadería de Don Francisco.

-Si 6 de enero de 1983 , Reyes, contesto chupando el ultimo mate.

-¡Pero no boludo! Hoy es el cumpleaños del Partido. Si mi viejo viviera estaría chocho .

-¿Estás lista?

-Esperá un cachito que ya salgo.

Su carita se asoma por la puerta entreabierta, el color de sus cachetes se ha extendido al vestido que la cubre toda de emoción.

Me agarra un temblor bobo.

-¿Tenés todos los papeles? ¿Qué hora es?

Tranquila tenemos tiempo.

¡¡Con qué cara nos van a mirar en el bondi, vestidos así!!

Y bueno piba uno no se casa todos los días.


Segovia, 6 de enero de 2003.



11/6/07

Luna llena


Subiendo por la calle de la Fuente Blanca, me voy encontrando con los perfumes de la noche, que la proa de ese antiguo huerto, convertido en jardín , me entrega al paso.
Frutales cargados de peras y manzanas, rosales y esa humedad que me transporta a las noches de verano de la infancia en un suburbio de Buenos Aires.
Los grillos, las chicharras, me regalan su serenata nocturna.
Al llegar a lo alto de la calle, un remolino de gente, bajo el alero de una casa; munidos de un palo de escoba, tratan de quitar a una minúscula rana de la pared, ésta se les escapa cada vez mas arriba.
En el rincón opuesto dos chavales juegan frenéticamente en un ordenador portátil, mientras a sus espaldas, tras el cerro, despunta colorada de vergüenza la luna llena.



Canales, León 31 de julio de 2004

28/5/07

Definiendo


Si los encontrantes se toman por ejemplo, el 130 y se bajan en Retiro, luego caminan cruzando Libertador en dirección a la estación del Mitre, previo saludo al del kiosco de Eudeba, se meten a la izquierda y me ponen 5 guitas en la maqueta de la locomotora y el tender. Y mientras giran las ruedas en su sitio, van alejándose mirando hacia atrás de vez en cuando y oteando la luz y el ruido que llegan de la bóveda victoriana, me bajan las escaleras del subte Línea C Retiro-Constitución. Desabrochándose el abrigo por el aire caliente que sube de las entrañas de la tierra , se acercan a la boletería y sacan boleto de ida y vuelta. Cuando arranque el tren, vayan mirando las estaciones con cuidado, y cuando lleguen creo que a Independencia, se me bajan y allí cerca de la salida, en un mural de mayólicas de Zuloaga, junto al acueducto, los espero a las 21 para tomarnos unas cañas y charlar de lo que pudo haber sido.

Segovia, 21 de mayo de 2004

18/5/07

Leyes naturales


Volviendo a casa, ayer por la tarde, el cielo estaba casi despejado. Quedaban todavía tres horas de luz. El campo, esta primavera, está desbordante de naturaleza. Por todos lados florece y una infinidad de bichos puebla el aire del atardecer.
Salí por la carretera habitual, a la velocidad normal, para llegar tranquilo a casa.
Los pueblos a esa hora de la tarde tienen un color cálido que todavía invita a llegar al hogar de manera sosegada.
Pasado el último pueblo, después de la curva, el horizonte a través del cristal del coche, se puebla de fresnos verdes y la cinta gris de asfalto que abre un tajo zigzagueante .
A cierta distancia veo brillar en el camino, una culebrita . En su serpentear a mitad de camino, pugna por cruzar de una cuneta a la otra.
No viene ningún coche de frente por lo que prudentemente, para no aplastarla, aminoro la velocidad del coche y enfilo éste , como para que pase por el medio sin hacerle daño. El automóvil cabecea un poco al ir frenando con la tercera puesta y la puntita del freno, atento a la maniobra, no la vi venir.
El parabrisas delantero se llenó de una silueta oscura .
En un vuelo picado y rasante, tocó la carretera y remontó vuelo con la merienda entre sus garras.

15/5/07

Vita Marcika


El jueves fuimos a verle.
Actuaba en un patio de esta ciudad. Una historia traída del saco roto de la cultura checa. Su enorme vitalidad nos contagió a todos. Su habilidad para entrar y salir de la historia, o mas bien para meternos a todos en ella, es el centro de la función. Un escenario modesto, unos títeres de madera y trapo, sinceros, sin ocultamiento de mecanismos, todo se ve, no hay efectos mágicos, la magia está en su poder de comunicación. Una de las claves es el personaje principal , asistido por su hija , se dirige al público en un mal castellano o directamente en checo, el cual es traducido simultáneamente por ella, generando situaciones disparatadas de una enorme vitalidad.
Con la cámara desbordante y el corazón en la mano, grabé algunos de esos momentos .
Al final de la función, un integrante de su compañía, que me había visto grabar desde mi asiento, se me acercó, y amablemente me pidió una copia del material que había grabado. -Es que no tenemos nata para mostrar por ahí, me dijo. Yo accedí , y le dije que me pondría en contacto con ellos en algunos días, antes de la finalización de Titirimundi.
El viernes por la mañana, nos avisaron que la abuela, había fallecido, y que teníamos funeral por la tarde y entierro en el pueblo el sábado por la mañana. El rato que tuve por la mañana, mientras Pablito dormía su siesta, lo utilicé para, preparar el material grabado la tarde anterior, recortar lo que no interesaba, dotarlo de una breve introducción y un final. Y todo ello montado, transformarlo en un disco, visible en cualquier aparato doméstico. Además pude diseñarle una portada al disco. Quería entregarles un trabajo digno, modesto, pero con lo esencial de su actuación.
El fin de semana transcurrió , entre la tristeza del entierro, y un examen de matemáticas que ayudé a preparar a Horacio. Mientras tanto el ordenador hizo su trabajo de entregarme dos copias del vídeo montado.
Ayer, por la tarde, se repetía en el mismo patio, la actuación del jueves.
Me acerqué allí, y pedí entrevistarme con él para entregarle el disco.
Apareció con su barba y una túnica toda bordada en verde y oro, en realidad parecía un retal de un tapiz o una alfombra. Al tenerlo frente a mí , le alargué tímidamente el estuche con el disco. En una breve conversación, entrecortada por la diferencia de idiomas, me preguntó el precio de ese disco. Yo no había pensado en su valor económico, y entonces le dije que nada , que era un regalo. El me miró sorprendido , dibujándose le una sonrisa , como de haber visto a los Reyes Magos.
Anoche, como a las diez, sonó mi móvil, el niño ya estaba dormido, y yo no atinaba a sacar el artilugio del bolso con rapidez para atenuar el ruido, al final, en la cocina, pude descolgarlo y atender. Al otro lado del aparato , la voz de una mujer extranjera me traducía, emocionada las palabras de su padre, que, como un eco, se escuchaban a la vez.
Habían visto el vídeo.

7/5/07

Postal de guerra


Un brigadista extranjero cuenta:- Esa noche, en la Alhambra, he visto algo que merece contarse: una bailarina medio desnuda pasa por el escenario. Muy cerca de la gente. Un miliciano borracho corre, la acaricia con todo el brazo. El público bromea. El miliciano se vuelve, los ojos cerrados, la mano también. Como si hubiera tomado la belleza de la mujer cuando la ha acariciado , y guardado en el puño. Y se vuelve hacia el público, abre el puño y le arroja la belleza. Con desprecio hacia el público. Admirable. Sólo posible aquí.

Isabel se enamoró del miliciano y en el vértigo de ese amor, llegó a concebir un hijo suyo.
El miliciano ascendió a teniente, pero una bala italiana lo dejó tendido en Brunete. No conoció a su hija.
Isabel nunca supo donde fue enterrado su amante, Esperanza nació en un pequeño pueblo de la Sierra de Madrid.
Al hambre y la miseria de la guerra, se sumaron el desprecio de los habitantes del pueblo, bajo dominio de las tropas de Franco.
Su padre desde Cuba le enviaba una ayuda para criar a su hija Esperanza, pero ésta no alcanzaba porque él allí tenía nueva familia que mantener.
Antonio, Secretario Provincial del Movimiento, que junto al cura del pueblo eran los únicos con instrucción, propusieron un pacto que “lavaría su honor” y que fundamentalmente le permitiría alimentar y educar a su hija.
José, hermano de éste, labrador y bebedor, estaba dispuesto a dar sus apellidos a la niña y a ser el sostén familiar. Con la venta de la casa de Isabel, compraría algunas tierras que incrementarían las suyas. Que Antonio, administraría hábilmente, como administraba la vida y la muerte desde su cargo institucional.
Isabel, frente al espejo de su alma, fue perdiendo gota a gota, su dignidad, para poder adaptarse así, a las circunstancias de la derrota.
Pudo criar a su hija y darle los estudios primarios, pero también se transformó sórdidamente en el objeto de deseo de los hermanos.
Cubrió y pagó con su cuerpo la protección de Esperanza, que ya moza tuvo la suerte de encontrar a un hombre ambicioso, emprendedor, pero enfermo de la violencia, que de niño, le enseñó la guerra.
Isabel, había recibido la visita de sus nietos, nacidos en la misma cama donde ella tuvo a Esperanza. Recogía ya de noche los restos de la cena. José había bebido demasiado, como de costumbre y dormía su borrachera en un escaño. Antonio la esperaba arriba de la escalera, junto a la puerta de su habitación. Ella sumisa, subió los últimos peldaños que esa vez la llevarían a la muerte liberadora.

Ayer vino al pueblo un extranjero, de Cuba, preguntando por su nombre, quería saber si éramos familia. El extranjero, de barba blanca, afectado por el calor quiso ver su tumba, cavada en 1967. Con una foto de ella en la mano , quiso saber mas de su vida. Me miró a los ojos y entonces me dijo: y si no somos familia, que más da.

Nota: la Cita incicial es de La Esperanza de André Malraux 1937

2/5/07

zapato en la acera


Zapato en la acera.
Del andamio cuelgan las ilusiones forjadas a través del mar, ladrillo sobre ladrillo, paleta va , paleta viene.
Horas acumuladas con la visión de tu sueño.
Una pantalla repite una y otra vez las noticias oscuras de tu piel, subida al andamio.
En la ignorancia de los médicos crece el germen del final.
Una lengua de incomprensiones arde en el fuego de los oídos sordos.
Indiferente una mano entrega salarios.
La soledad muestra sus señas de identidad .
El vértigo de tu distancia a la raíz , es directamente proporcional a la altura del humo que disuelve tus ilusiones, y a la velocidad de la caída.
Grava sobre zapato, zapato sobre acera, cinta de plástico, luz sobre oscuridad, oscuridad sobre silencio.
Un muro te separa de los otros y te une a los mismos que como tú, ladrillo sobre ladrillo, paleta va, paleta viene, construyen los sueños de los otros.

27/4/07

Un invento extraordinario

Ha sido un verano abrasador. Las montañas, los árboles piden a gritos, un poco de agua. Las tormentas por la tarde sólo dejan un retumbar de truenos, y luego esa brisa fresca que huele a lluvia, pero que sólo se queda en la intención.
El abuelo se levantó de la mesa antes que nosotros, justo después del helado que trajo la abuela; vainilla marmolada con chocolate.
Con los restos de comida salió al jardincito del frente y mirando a “la Banderita”, cansado, desparrama los restos junto a la canilla entreabierta, a pleno sol.
Esperaremos un rato, después de la siesta nos vamos al río.
Los pibes nos quedamos a la sombra, en el porche, cazando moscas con una lata-trampa .
Al rato, aburridos, damos la vuelta en silencio hasta el garaje que nos sirve de dormitorio. Allí hay infinidad de cosas atractivas, una colección de revistas LIFE, y las mexicanas de los primos; objetos que fueron de otra casa, un aparador que nos sirve de cómoda, y en un estante por allí abajo, las herramientas del abuelo, trastos de ferretería.
En la cortina que cubre la puerta entreabierta, las moscas intentan colarse al interior más oscuro. El suelo de baldosas de vereda, refresca nuestros pies descalzos. Cada uno tirado sobre un catre, intentando conciliar el sueño o leer tres líneas cruzadas con las fotos terribles de Viet-nam.
Yo no puedo con el calor, pero las herramientas del abuelo mueven mi curiosidad y despejan el aburrimiento.
En una caja, hay unos cuantos aisladores de porcelana, esos que se usan en los postes de la luz, un interruptor doble, que habrá sido de algún bombeador de agua, unos cables, una manivela y una pila como la de los timbres. Los ingredientes para un invento extraordinario. Tornillos y demás cosas accesorias para darle forma.
Detrás de la cisterna que almacena la poca agua de lluvia de este verano, hay restos de tablas, que servirán. En una de ellas dispongo estratégicamente los componentes seleccionados. Una voz interior guía mi mano, que atornilla, clava, conecta, cada uno de los elementos.
Enfrente, “la Banderita” se yergue majestuosamente, clara, más nítida que nunca, el sol de la tarde le da su color único. El cielo la rodea sin ninguna nube de rubor. A su lado “el Cuadrado” más modesto me dice con señales de espejos, que ya es hora.
Los cipreses de la valla huelen a resina, y el aire no les mueve ni una hoja.
Con “la máquina” terminada, me dispongo a ponerla en marcha. La coloco sobre la pirca , arriba del buzón rojo del abuelo, apunto hacia enfrente donde las montañas me observan suplicantes. Un cable conectado al buzón y otro a la tierra. La antena al cielo. Y mirando a la canilla donde los pájaros se refrescan, bajo el interruptor...

Recién llego a casa, paré el motor y al bajarme del coche ví su rostro de agradecimiento.
Todo el día lloviendo y recién ahora escampa.
El olor del cielo, el olor del campo, se funden en uno solo.

Nota: La maquina de hacer llover: http://es.wikipedia.org/wiki/Juan_Baigorri_Velar

25/4/07

33 revoluciones



Puse una moneda de 5 pesos en el teléfono y esperé a que levantaras el tubo, ... inútilmente, porque ya no estabas. Llueve, camino despacio desde la estación de servicio de Paraná hasta mi casa. Los árboles empiezan a perder las hojas. Entro por la puerta de atrás sin que nadie se entere. Llueve mas fuerte.
Arriba de la pila de discos está el que me cambió el Ovario por uno de Hendrix. Busco un marcador y le pongo la fecha de ayer.
Ayer nos despedimos, y hoy ya no estás, te fuiste a Mar del Plata, tu tierra prometida.
Nos pasamos el verano hablando de política, de lo que vas a hacer, mientras tu vieja plancha y tu hermanita me muestra sus muñecas.
Que la gente tiene que votar al Tío, que la Revolución nacional y popular, que la vuelta de Perón y la JP. Yo salgo enardecido por tus discursos , por tu cara, por tus manos, y la blusita esa toda blanca que te hizo tu vieja.
Por las noches estampamos, con el Ovario, efigies del Che y estrellas rojas por las paredes de los colegios. Como un desquite de tu imagen inaccesible. Porque has puesto esa distancia, ya estás con un pie en Mar del Plata, en la escuela Agraria de Miramar, y a los pendejos que nos quedamos en nuestro Colegio Nacional pequebú, nos tratás con soberbia revolucionaria. Y yo embobado.
Y te fuiste nomás, y a mi me queda este agujero que no se con que llenar. Pongo el disco de Crosby en el tema que mas me gusta a ver si así se me calma la angustia. Miro la fecha que escribí en el disco, 19-3-73... En el buzón está tu primera carta desde la escuela, con sobres perfumados de papel de revista y girasoles, y este e-mail en que me contás tu vida desde “el corralito”. La Gigi que tiene casi 9 como mi pibe. Y me hablás de tu soledad.
Hoy soy yo el que se fue y vos la que se quedó en Mar del Plata. Mis recuerdos giran a 33 revoluciones y la vida, misteriosamente, nos acerca y nos aleja.


Segovia 5 de junio de 2003

17/4/07

Volcanes apagados


El calor es agobiante en esta pequeña ciudad de volcanes apagados.
Misteriosamente las buganvillas me acarician desde los balcones mientras camino rumbo al hostal.
La Carrer del Bonaire está oscura, un perro vagabundo me sigue a corta distancia, y desde ese portal iluminado veinte metros mas adelante, salen chiquillos como pájaros. Uno a uno con sus camisas de colores, los negritos se van agolpando en un movimiento frenético, unos contra otros. Del portal salen madres con sus túnicas coloridas y sus bebés a cuestas.
Uno de camisa roja, toma la iniciativa y sale corriendo cuesta abajo, instantáneamente se desata la bandada y todos chillan de alegría corriendo detrás del abanderado.
Las túnicas, los turbantes, los colores se entremezclan, y los rostros se encienden .
Del fondo de la calle tres motos y sus jinetes blancos ataviados de cuero negro, arrancan desde el semáforo como abriendo un tajo entre la multitud, para así perderse en el fondo oscuro de la calle y de la historia.


Olot, Girona, 18 de agosto de 2004

9/4/07

Giros


Cuando acordamos que yo me iba, me llevé pocas cosas, un poco de ropa, algún libro, y la maceta con el manzano germinado. Total iba a estar a pocas cuadras de tu casa. Y quien sabe a lo mejor me dejabas volver algún día.
Don Luis me recibió en su casa como a un sobrino lejano. La casa estaba encalada por dentro y por fuera, lo que le daba un aspecto de limpieza. Adelante estaba el local vecinal que oficiaba las veces de lugar de reuniones para la gente del barrio, y atrás un patio con una parra y un baño.
Me indicó cual sería mi cuarto, dándome un discurso sobre las reglas de su casa. Me mostró la cazuela para el agua caliente de la ducha que estaba en el patio. Y antes de salir de servicio con el remise, me golpeó la puerta de la habitación, entregándome, envuelto en papel de diario, un 32 largo con 6 balas. Me dijo que la pesada de Herminio andaba apretando a los pibes de Sarandí, que querían pasar una película del Che el próximo sábado y que lo del bufoso era por las dudas. Yo lo desenvolví con cuidado, como un juguete delicado, cargué las balas, durante un rato lo observé girando el tambor una y otra vez, turbado, lo puse sobre la mesita de luz e intenté dormirme con tu recuerdo en mis ojos y los dientes apretados.
La maceta con el manzano se quedó en el umbral de la ventana.
A la mañana partí raudo al laburo, después de la ducha en la regadera y de unos mates con bizcochitos de grasa, que don Luis había traído. Distraido me alargaba un mate lavado, mientras en el teléfono recogía las apuestas del día. De los de Herminio ni noticias.
Al pie del viaducto, el 33 venía cargado y apenas pude meter un pie en el estribo. Pasamos por el Docke y me acordé del día que ingenuamente fui a sacar fotos de un partido en la Isla y a la vuelta me dieron una paliza para robarme la cámara, lo que sentí no fue la máquina, (alguien la necesitaría mas que yo), sino las fotos del partido. En Avellaneda bajó mas gente y pude subir los dos peldaños que me faltaban.
Esa noche cuando volvía del trabajo en la obra, antes de la estación, pasé de largo por la puerta , adentro había una actividad extraordinaria, retrocedí unos pasos y me animé a entrar. Me saliste al encuentro para darme la bienvenida, tenías contigo a un pibe de 3 años de la mano y de una oficina minúscula salían mates recién cebados, charlamos un buen rato y me propusiste que me integrara a trabajar con ustedes, había mucho por hacer, mientras me hablabas, la luz fue llenando nuestros ojos y nuestras manos, la vida entonces me daba un nuevo giro, o quizá era la vuelta de tuerca que faltaba al iniciado unos meses atrás cuando me dijiste que me fuera, que querías a otro y ¡qué boludo! que no te diste cuenta antes.

2/4/07

el puente


Los amigos y le gente que te conoce me dijeron que mejor hubieras traído las fotos que hiciste en nuestra ciudad, el año anterior. Decían que habrías vendido más en la exposición.

La mañana era fría ese día de septiembre. Habías salido por un rato, y tu esposa Olga, en un esfuerzo de comunicación, me alargó un álbum de fotografías que resumía tu vida en esta ciudad de Rusia.
Entraste por la puerta, y me diste un libro hecho a mano. Un volumen grande en cuero negro, con fotos originales en su interior y textos pintados con témpera blanca sobre ellas.
Bellas imágenes en blanco y negro, del cementerio viejo, respondían a mis señas del día anterior cuando volvíamos de Kasimov y te indiqué un cementerio en una ladera.
Salimos raudos en tu Volvo, a buscar a Raya que oficiaría de intérprete con su diccionario en la mano, y me mostraría en un paseo, el cementerio de San Lázaro. No te quedaste, saliste disparando porque tenías trabajo que hacer. Nosotros recorrimos el cementerio-bosque, donde la gente había depositado ofrendas de flores y manzanas, en corralitos familiares . Al pie del recinto antiguo, crecen edificios de muchas plantas, la morfología de las fachadas me recuerdan a los nichos modernos.
Salimos por la calle del Otoño, y mientras te esperamos, unos gatos se asoman a una ventana a tomar el sol. El postigo que la cierra, tiene como única perforación un pequeño tragaluz en forma de corazón. El amor y la muerte juntos , separados por unos pasos...

Apareciste nuevamente en tu Volvo y salimos al cementerio nuevo, en las afueras, mas allá de la zona industrial. Tú aparcaste y con la cámara en mano te parapetaste , como en un juego infantil de guerra, detrás de una tumba, disparando a diestra y siniestra.
Raya, se acercó a una, que tenía en su lápida una foto de una joven mujer, cabellera al viento, su vida se había esfumado entre sus manos. Yo te miraba y no podía hacer fotos, delante de mi, hasta que la mirada se me fundía con el horizonte, un mar de muertos de la II Guerra Mundial.

Y tú que te bebes la vida a grandes tragos, nos hiciste subir nuevamente al coche y nos llevaste a tu estudio. Mas sosegado, me empezaste a mostrar tu obra, pilas de fotos en color y blanco y negro. Sin un orden determinado, aparecían fotos de paisajes, de tu pueblo, publicitarias para productos, para moda, en esa avalancha de generosidad, seguías mostrándome, abriendo cajas y carpetas. Agotado, reparé en una pila de pequeñas fotos, que apartadas en un rincón de la mesa, me estaban esperando. Con un gesto te detuve e hicimos un hueco para desplegarlas, la luz que esas fotos me devolvían, bien habían valido la jornada, los rostros que me contemplaban, rostros del pueblo, de la gente de aquí, en la ceremonia íntima de la Pascua. Tu te ruborizaste , y entonces en ese instante supe que esas fotos eran tu mejor trabajo. Luego insististe en que viera las fotos de la visita a España, pero ya había perdido la inocencia. Me habías mostrado lo mejor de ti mismo. Y entonces fue cuando te propuse que llevaras estas fotos, a mi ciudad, que allí las expondríamos en vísperas de Semana Santa, en un intento de tender un puente entre el alma de los pueblos.

26/3/07

El partidito


Mamá , que tenés que ponerme el 2 en la espalda, como Perfumo, mañana tenemos el partido con los santiagueños que vienen de visita a la escuela.
En la pared del dormitorio los banderines y el poster del equipo me devolvían un extraño reflejo. En la puerta del armario, mi imaginación soñolienta proyectaba jugadas fabulosas, en las que sería partícipe frente a los santiagueños. La camiseta , las medias , los botines relucían como las armas de un guerrero.
Hacía frío por la mañana. Nos esperaba la maestra para decirnos que ya habían llegado los pibes de una escuelita de La Banda, cuando nos los presentaron nos quedamos atónitos. Allí estábamos frente a frente. Ellos venían por primera vez a la capital y nosotros “cancheros” porteñitos les teníamos que mostrar nuestros tesoros y el refinamiento de nuestra cultura de ciudad. Luego iríamos al Centro de Almaceneros, a jugar el partido y a almorzar.
Frente a frente, nosotros lustraditos, blancos pibes de clase media, ellos“cabecitas “ del interior, con alpargatas y guardapolvos blancos pasados de moda. Calladitos , casi tímidos, no nos hablaban y apenas respondían a las preguntas de la maestra.
Nosotros los mirábamos con superioridad, esa que da la seguridad de ser locales, y el manejo de la cultura futbolística de la época.
Cuando llegamos al Centro de Almaceneros, nos preparamos para el partido, nosotros nos reunimos en un aparte , nos quitamos los guardapolvos y debajo teníamos nuestras camisetas , nuevas , los botines, hasta el gordo llevaba rodilleras y guantes para cumplir su papel de arquero.
Ellos debajo de un árbol, sentaditos en el suelo, charlaban con un acento y en una jerga que no comprendíamos, se sacaron el guardapolvos y sus alpargatas: se quedaron descalzos.
Cuando me quise dar cuenta , ya nos habían metido el primero. Entre nosotros empezó a cundir el desconcierto. Los santiagueños, descalzos , manejaban la pelota como dioses, hacían las paredes, centros y pases , que nosotros soñabamos hacer y que tantas veces habíamos visto por TV. Ellos las hacían todas, y encima se divertían como locos. Eran la encarnación de la alegría.

Perdimos 10 a 0 .

21/3/07

En la ventisca


Miro por la ventana, y ha empezado a nevar suavemente, el planeta trastocado nos recuerda que puede ser invierno en primavera. Los árboles mutilados por el ayuntamiento, desnudos, soportan la ventisca.

Ayer me contaste que tu madre está en la etapa final de su enfermedad y de su vida. Me dijiste que los niños, que no la veían desde Navidad, tardaron media hora en aproximarse a ella, pero también me contaste que sucedieron cosas luminosas en ese encuentro-despedida .

Yo la he conocido poco, pero he percibido su luz. Recuerdo una vez bajo un aguacero de verano, llegué al Valle y al salir del coche, ella me estaba esperando con un café caliente . Entramos por el corral y mientras corregía la ubicación de los cuencos, y cubos para las goteras del techo, me descubría un cargamento de frutas y verduras para todos, al final cuando ya me iba, me alargó un racimo de uvas para el viaje, unas uvas dulces como su mirada.

La carretera entra sinuosa en la bajada al pantano y mientras recuerdo esto, una nube de ventisca va corriendo su velo sobre la montaña, que de verde oro la vuelve blanca, en un movimiento lento, nos marca su presencia.

14/3/07

Clase de fotografía

Me lo dijiste la primera vez que fuimos, pero al principio no te hice caso, pensaba que eran alucinaciones tuyas.
Habíamos quedado en un banco, frente al Correo Central. No teníamos teléfonos móviles en aquella época. Y acudiste a la cita por una nota que te dejé en el buzón de la casa de Bánfield. Llegaste tarde pero no importó, un café con leche y medialunas de tu sonrisa nos hicieron entrar en tema. Querías hacerte fotógrafa y me habías elegido como tu maestro, pero yo sabía que cuando te mirara a los ojos no podría enseñarte nada.
Caminamos hasta la costanera sur, y tras la valla de alambre , allí se encontraba: ese pedacito de Isla del Delta, ganada al río, con los escombros de la ciudad. Un cartel prohibía el paso, pero como era domingo temprano por la mañana, nos colamos por el punto más débil de la alambrada.
Quisiste montarte a caballito sobre mi espalda, para ver mas lejos, y mientras oteabas el horizonte de cañas y plumerillos, lo oíste , sordo y fragmentado.
Te dije que sería el viento entre las matas, vos pusiste cara de incrédula y te bajaste. Yo quería explicarte lo del contraluz y la película que estábamos usando, pero me interrumpiste y dijiste que venía de allí, tiraste de mi mano con fuerza para que avanzáramos. Atravesamos el cañaveral, pisando por una picada ya hecha. Los pájaros se espantaban con el sonido de nuestros pasos.
De pronto se abrió un hueco, frente a nosotros dormía la playa. El río lamía suavemente, las piedras de la costa. La brisa te revolvía el pelo como en un aviso de champú y al mirar para el suelo nos dimos cuenta que las piedras y la arena de esta playa estaban formados por los cascotes de las demoliciones. Esas demoliciones que hace unos años arrasaron Buenos Aires para introducirnos, de facto, el progreso de las autopistas.
Fotografiamos cascotes, azulejos, y piedras con formas redondeadas, tratando de ver y descubrir las imágenes de la vida en las casas derruídas, un intento vano, pero que conectaba nuestro sentir con los melancólicos canales del tiempo. En eso estábamos cuando lo oíste por segunda vez, yo me quedé inmóvil, el sonido se repitió como un murmullo, miramos hacia el río y de allí venían, cada vez con mas intensidad y claridad.
Eran voces, las voces que en nuestro pasado arrojamos al mar, las voces que volvían una y otra vez a acariciar las piedras de lo que fue su morada.

7/3/07

Carta de navegación

Entre los papeles que me diste el jueves estaba un sobre blanco, adentro un papel amarillento que reconocí enseguida, las líneas de palabras en correcto italiano discurren paralelas , hasta superponerse con un cuadrante dibujado a lápiz.
En el sueño me caía al vacío, y en el grito desesperado de auxilio nos despertamos en el suelo, transpirados, agitados por ese encuentro , por haber soñado lo mismo. Y luego la fiebre, el vuelo , la caída nuevamente hasta que la luz encendida, el termómetro y los cuidados me sumergen en el sueño. De él emerjo tomando una bocanada de aire, después de bucear en lo hondo del río Cosquín, entre las mojarritas y los cantos. Los dos como lagartos en la piedra favorita, cazando moscas a la hora de la siesta.
Esa señal de tu vida que fue el contemplar aquella islita en el lago San Roque, donde imaginabas tus días en compañía del abuelo. Y la pesca solitaria: tus armas de imaginada supervivencia.
Un día dijiste que te querías ir a Europa en barco con billete de ida; habías pasado por la humillación del servicio militar, en la Patagonia lejana. Por la asfixia de la vida en Buenos Aires, las rutinas del alcohol, el desamor y la dictadura que se infiltraba hasta los huesos de la familia. E “il dolce far niente” se instaló en una manera de vivir. Tu mirada desde la bruma del Himalaya nos acercaba el mundo. Casi 10 años después me reuní contigo en una llamada como la de aquel sueño en que conectamos mágicamente. Busqué en tu mirada, ya opaca, los trazos de quien conocía. Pero sólo ví anhelo de algún horizonte lejano y nostalgia idealizada.
Hubo un tiempo luego en que el amor pareció llegar a tus costas, los hijos ocuparon tu espíritu navegante y la tierra se hizo ladrillos, huerta y un oficio para comer. Pero la fogata no existió, sólo fuegos artificiales, y el llamado de otra tierra y un nuevo-viejo amor hizo su trabajo.
Ahora repaso con mis dedos esta hoja amarilla que no es otra cosa que la carta de navegación del bisabuelo Juan Bautista, las palabras me llevan a unas coordenadas, una fecha y un destino. La de la emigración, la fuga, la huida en la búsqueda de nosotros mismos.



Segovia, 26 de abril de 2004


Juan Carlos Gargiulo