20/7/07

Recuerdos como balas

La noche esta fría y lluviosa, un chirimiri “gallego” se cuela por todo mi cuerpo, como un elixir que resucita los recuerdos. Entre mis brazos llevo, protegido, el artefacto mecánico que les dará vida por unos instantes en una pared como un espejo. En el bolsillo, las imágenes de los recuerdos, metidos en una cartuchera, como balas de la memoria.

Bajo las escaleras del acueducto abrazando a la máquina para que no se moje. Los adoquines brillan por la calle Fernández Ladreda.

La oscuridad de la entrada me desconcierta por un momento, pero el sonido de los trenes que parten y arriban de la estación me dan la orientación correcta. Bajo su bóveda se vislumbra el cielo y el esmog de la mañana.

Escaleras abajo ( o arriba) estoy nuevamente en la calle.

Las puertas del Hotel Juncal, cerradas con cadena y candado. Tres tipos que desayunan en una terraza me miran con aire desconfiado. En la esquina de la estación un lustrabotas madrugador atiende a su primer cliente. Los floristas del cementerio se dan un apretón de manos al abrir los chiringuitos. En un bar de la calle adoquinada entro para pedir un café con leche. En la mesa tres jóvenes almuerzan bajo la mirada sonriente de Carlitos.

En la fábrica de pasta, la chapa al lado de un portal , reza: DENTISTA. Bajo el sombrero alado y negro me observa la Parca de Plaza Dorrego. El cartel mohoso de Charlone y Jorge Newbery me invita a caminar hasta el charco de la esquina de Enrique Martínez. El me devuelve tu imagen, aquella que se quedó en los sueños de Puente Saavedra o en las casitas de chapa de Dock Sur. En la vereda de losas de Tellier, en Mataderos. O en las tardes interminables de café, en el Oviedo.

El dinosaurio de hierro de isla Maciel, a contraluz . Y desde la popa del barco dos tipos desamarran la nave . Los edificios de Catalinas me saludan, a mi ,que sigo abrazado al aparato, aquí solo en la cubierta.

Suena una milonga , abro la puerta y los pibes del taller están ensayando los pasos de una cultura que no comprenden pero que están empezando a amar. Fabiana se me acerca y me pregunta - ¿Che , pibe trajiste las diapositivas?

Segovia, 10 de diciembre 2002

10/7/07

Nieve en Buenos Aires


La niebla de la mañana , ayer, cubría todo el campo con sus gotitas finas. Estamos en julio y no parece verano.

Al desayuno, los primeros pasos del nene nos entretienen mas que de costumbre. Salimos cada uno en su coche rumbo a los respectivos trabajos.

La rutina se instala lentamente a lo largo del día.

Los albañiles, en la obra encienden un fuego para calentarse. Revisamos puntillosamente el replanteo, la distribución de las conducciones de agua, las probetas del hormigón, y la seguridad : nadie lleva casco excepto cuando llega el arquitecto.

El jefe fuma un pucho detrás de otro, mientras ordena a los “bolitas” asegurar el andamio. En la tercera planta un viejo obrero asturiano, conversa con un marroquí , hablan de la vida , de la soledad, del conformismo que se instala frente a la tele, el partidito del domingo, mientras recibe los ladrillos que le alcanza el morito.

Hay que pedir los certificados, le sugiero al capataz, hacelo con tiempo, porque después los controles se nos vienen encima.

La niebla sigue bajando y parece que no se quiere ir. Las luces de la maquinaria nos indican con su parapadeo que están en movimiento; es difícil percibir la distancia y su cadencia de elefante.

Subo por las escaleras recién peldañeadas, hasta la planta cuarta. Una ráfaga de viento helado me trae la conversación del tercero, junto con el humo del bidón de la planta baja.

Trato de recuperar el aliento despues de subir tanto peldaño . Un grajo vuela bajo . Y mientras me seco el sudor de la frente, allí a través del hueco de la ventana , como un cuadro colgado en la pared, la blanca extensión de la Plaza de Mayo.