18/3/08

el reloj de oro

Todos los días del niño de cada año, nos dejabas apretar el botoncito del cronómetro. Esperábamos pacientemente esos segundos de felicidad por única vez en el año viendo la aguja delgada, consumir el tiempo en un barrido de la esfera del Omega.
Hace muchos años, cuando todavía teníamos el quincho, y el gato Fenol hacía de las suyas en el vecindario, un día te pusiste a hacer una pared de panderete que remataste , casi bajo la lluvia, con un salpicrét improvisado a golpe de escoba. Ese día te dije:- papá, cuando sea grande te voy a hacer un reloj de oro. No sé porqué te lo dije, quizá, pienso hoy , me invadía un sentimiento de admiración, por esas cosas que hacías, como la pared, o el patio de baldosas hechas una a una , y puestas a fraguar sobre papel de diario. Me acuerdo que una vez puestas en su sitio, cerca del bombeador y alrededor del níspero se podían leer algunos anuncios clasificados en el cemento del patio.
Los años fueron pasando y el ritual del día del niño, se repetía. La promesa del reloj de oro cayó en el olvido.
Hasta que el año pasado, mientras recuperabas el habla después de la crisis de tu enfermedad, me contaste que estabas escribiendo mucho, que tenías cuadernillos y hojas escritas sobre infinidad de temas. Angustiado por la imposibilidad de hablar y comunicarte normalmente, retomaste tu asignatura pendiente. Y en eso se me ocurrió que tal torrente de escritos podía tener un canal fluido, ver la luz y compartir tu mundo y tus vivencias que dejabas por escrito. Así nació tu blog, así paralelamente recuperaste la vitalidad y la alegría, así pudiste aceptar lo que te había tocado vivir.
Y entonces me acordé del reloj de oro prometido . Papá: - no pude hacerte ese reloj, pero a cambio te regalo mi tiempo.