7/5/07

Postal de guerra


Un brigadista extranjero cuenta:- Esa noche, en la Alhambra, he visto algo que merece contarse: una bailarina medio desnuda pasa por el escenario. Muy cerca de la gente. Un miliciano borracho corre, la acaricia con todo el brazo. El público bromea. El miliciano se vuelve, los ojos cerrados, la mano también. Como si hubiera tomado la belleza de la mujer cuando la ha acariciado , y guardado en el puño. Y se vuelve hacia el público, abre el puño y le arroja la belleza. Con desprecio hacia el público. Admirable. Sólo posible aquí.

Isabel se enamoró del miliciano y en el vértigo de ese amor, llegó a concebir un hijo suyo.
El miliciano ascendió a teniente, pero una bala italiana lo dejó tendido en Brunete. No conoció a su hija.
Isabel nunca supo donde fue enterrado su amante, Esperanza nació en un pequeño pueblo de la Sierra de Madrid.
Al hambre y la miseria de la guerra, se sumaron el desprecio de los habitantes del pueblo, bajo dominio de las tropas de Franco.
Su padre desde Cuba le enviaba una ayuda para criar a su hija Esperanza, pero ésta no alcanzaba porque él allí tenía nueva familia que mantener.
Antonio, Secretario Provincial del Movimiento, que junto al cura del pueblo eran los únicos con instrucción, propusieron un pacto que “lavaría su honor” y que fundamentalmente le permitiría alimentar y educar a su hija.
José, hermano de éste, labrador y bebedor, estaba dispuesto a dar sus apellidos a la niña y a ser el sostén familiar. Con la venta de la casa de Isabel, compraría algunas tierras que incrementarían las suyas. Que Antonio, administraría hábilmente, como administraba la vida y la muerte desde su cargo institucional.
Isabel, frente al espejo de su alma, fue perdiendo gota a gota, su dignidad, para poder adaptarse así, a las circunstancias de la derrota.
Pudo criar a su hija y darle los estudios primarios, pero también se transformó sórdidamente en el objeto de deseo de los hermanos.
Cubrió y pagó con su cuerpo la protección de Esperanza, que ya moza tuvo la suerte de encontrar a un hombre ambicioso, emprendedor, pero enfermo de la violencia, que de niño, le enseñó la guerra.
Isabel, había recibido la visita de sus nietos, nacidos en la misma cama donde ella tuvo a Esperanza. Recogía ya de noche los restos de la cena. José había bebido demasiado, como de costumbre y dormía su borrachera en un escaño. Antonio la esperaba arriba de la escalera, junto a la puerta de su habitación. Ella sumisa, subió los últimos peldaños que esa vez la llevarían a la muerte liberadora.

Ayer vino al pueblo un extranjero, de Cuba, preguntando por su nombre, quería saber si éramos familia. El extranjero, de barba blanca, afectado por el calor quiso ver su tumba, cavada en 1967. Con una foto de ella en la mano , quiso saber mas de su vida. Me miró a los ojos y entonces me dijo: y si no somos familia, que más da.

Nota: la Cita incicial es de La Esperanza de André Malraux 1937

1 comentario:

Veji dijo...

Terrible,dolorosamente tragico.Duele e indigna.