5/8/24

Dos relojes

 

Leo por internet un artículo del San Diego Union -Tribune, que, en Boston, se ha subastado en febrero pasado un reloj fundido por el bombardeo atómico de Hiroshima el 6 de agosto de 1945. La oferta ganadora de la subasta fue de 31.113 dólares.  El reloj marca las ocho y cuarto de la mañana, hora del estallido de la bomba, arrojada por los EEUU, con la justificación de provocar la rápida rendición del Japón y ahorrar vidas humanas en la guerra.

Entre las dos bombas atómicas lanzadas el 6 y 9 de agosto en Hiroshima y Nagasaki, el gobierno de los USA es responsable de la muerte de más de 300.000 personas. Las consecuencias de la radiación atómica continúan su efecto en los Hibakusha, hasta el día de hoy.  La empresa de subastas afirma que este reloj marca la hora en que la historia cambió para siempre. El ganador de la subasta prefirió mantenerse en el anonimato.

Pero esos relojes que han pertenecido a personas con nombre y apellido hoy se convierten en mercancías de coleccionismo. La barbarie, tiene también su faceta de rapiña. La vida no vale nada, solo la muda expresión de estos objetos nos indica que el tiempo se detuvo para las personas que los llevaban y que sus vidas se esfumaron por el intenso calor que generó la bomba. En muchos casos no han aparecido los cuerpos, es como si nunca hubiesen existido. Siluetas y sombras humanas en paredes o subiendo escaleras, son gracias a los testimonios fotográficos lo único que queda de ellas. Algunas ropas, juguetes, nos hablan de una vida cotidiana destruida, de personas y familias desaparecidas. Los que arrojaron las bombas, no repararon nunca el daño ocasionado. Muchos comercian con los objetos que los soldados que invadieron después, recuperaron de entre las ruinas.

Cuando era niño e iba a la escuela primaria, mi padre compraba semanalmente los coleccionables de la editorial Centro Editor de América Latina, particularmente “Los hombres de la historia”, uno de los fascículos estaba dedicado a la vida de Einstein. Su trayectoria científica y descubrimientos que llevaron a realizar el proyecto “Manhattan”, creador de las bombas atómicas que luego aterrorizarían al mundo. Mi hermano y yo hojeábamos esos fascículos mientras íbamos a la escuela sentados en el coche. No olvido la impresión y las preguntas que se me dispararon al ver esta imagen del reloj fundido a una hora determinada, tanco como las sombras absorbidas por un muro. En mi mente infantil, esas imágenes se asociaron inmediatamente a la celebración en Argentina del “día del niño”.  Pensaba que de alguna manera había que recordar ese terrible hecho, que precedió muchos otros atroces, de los cuales hemos sido testigos. 

Siempre en agosto serán para mí, las ocho y cuarto, el momento en que se detuvo la vida.

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