23/7/13

En una hora

 

157 el bostezo de la cajera-2 la cajera Buenos Aires 1980

 

¿Y ahora que hago, mientras vos estás en el osteópata arreglándote los entuertos y entreveros de tu espalda?   Un poco desorientado me senté en un banco al pie del portal a esperarte.

La brisa fresca de la tarde y los aspersores se llevaban el aliento tórrido que circulaba entre los bloques de pisos.

En un banco cercano un pibe trasteaba con un móvil y al otro lado dos comadres chimenteaban de lo lindo.

Me levanté y dije voy a aprovechar esta horita y me voy al supermercado que hay varias cosas por hacer.

Aparqué a la sombra, y entré a ese lugar tratado con aire acondicionado y perfumes baratos de nombres caros.

Distraídamente me acerqué a la tienda de gafas para preguntar sobre unas progresivas o unas bifocales, estoy un poco harto de llevar colgando del cuello las de cerca y las lentillas que en verano hacen que mis parpados sean como de escayola.

Al salir de la tienda me encontré con Fermín, viejo amigo de Segovia, intercambiamos impresiones sobre la mishiadura actual y la que se avecina. “Pensar que cuando llegué a España me pareció todo bien alfombradito y veintitrés años después se nos ocurrió levantar la alfombra y mirar debajo”…

Dentro del “súper” seguía yo distraído buscando un artilugio para el ordenador que reemplace al averiado, y en eso la veo: una enorme góndola cargada de libros de saldo, me acerco, prudente, reprimiendo ese impulso que me llevaba a estar horas y horas en las librerías de la calle Corrientes, hurgando, hojeando, leyendo, saboreando cada frase, cada verso, redescubriendo a Arlt, Cortázar o Borges.

A primera vista parecía decepcionante, muchos libros infantiles pero de los malos, esos que tienen nula imaginación y peores ilustraciones, algunos de autoayuda, viajes , gastronomía etc… Miro la hora en el móvil y veo que tengo todavía tiempo, así que me zambullo en las aguas turbias de la góndola a ver que encuentro. A poca profundidad un librito precioso del fotógrafo Joan Fontcuberta sobre la película de Antonioni: Blow Up. A pocos centímetros en otro clasificador Roberto Arlt, me llama doblemente con el desierto entra en la ciudad y la isla desierta. La cosa se pone linda, como en un fondo coralino, cuando aparece un libro que buscaba hace años: poéticas del espacio. Y cuando ya decidí salir a la superficie a tomar aire, Nicolás Guillén me agarra de un dedo con El son entero y otros poemas.

A esta altura me olvidé de otras cosas necesarias como la comida y demás, me sentía yo mismo,inconscientemente satisfecho.

Al llegar a la caja me acomodo en la fila de los que llevamos menos de 10 artículos, vamos la “caja rápida”. Una chica bajita que ya me atendió otras veces, realiza sus movimientos rutinarios y mecánicos, recogiendo cada artículo de la cinta transportadora para pasarlo por el lector de los códigos de barras, se oyen los sonidos electrónicos de las operaciones y las mismas frases con cada cliente: ¿lleva bolsa?, ¿tarjeta travel?, ¿no quiere una bandeja de donuts de oferta?, y así con cada cliente.

Cuando me llega el turno pasa los libros por el lector, como si fueran cualquier producto. ¿Lleva bolsa?, ¿tarjeta travel?, ¿quiere una bandeja de donuts?.

Mientras ella espera mi respuesta agarro el libro de Guillén, abro al azar una página y le leo :

Arde la guitarra sola,

mientras la luna se acaba;

arde libre de su esclava

bata de cola.

¿A que es bonito? digo yo.

Boquiabierta balbucea : son catorce euros con quince céntimos.

 

Juan C. Gargiulo

Basardilla 23 de julio de 2013

5 comentarios:

Inés González dijo...

Me ha encantado! son esas pequeñas grandes transgresiones que tanta falta hacen en esta vida. Saliste feliz con las alforjas llenas, y de los grandes! qué importa la compra, la comida, los bifocales?
Precioso relato.
Un abrazo fuerte

Anónimo dijo...

Precioso relato, amigo.
Gracias.

Veji dijo...

Este comentario nace de mi imaginación, no de un hecho real como el del relato.
LA OTRA CARA DE LA REALIDAD.
Escena: la zona de cajas de un supermercado.
CORO:Los cajeros deben comportarse cual máquinas.Limitarse a cobrar sin errores, ser amables pero no comunicativos.Invitar a comprar las ofertas.
ANTICORO: Si todo lo que se requiere es el cumplimiento estricto de las órdenes, las personas dejarán en gran medida de serlo. Sería adecuado reemplazarlas por robots.
CORO:Tiempo al tiempo.
CAJERA(piensa).Otra larga jornada de trabajo. Hoy me destinaron a la zona de cajas rápidas. A todos los clientes debo decirles lo mismo:¿lleva bolsa?¿tarjeta travel?¿quiere una bandeja de donuts de oferta?.Es decir que además se lleven esta porquería.
Ya pasaron varias horas desde que me hice cargo. Tengo la garganta seca de tanto repetir lo mismo, pero me pasó algo fuera de la rutina.Un cliente apareció con varios libros en lugar de la clásica mercadería que llevan todos.Cuando termíné de espetarle la frase del día, abrió uno y me leyó las estrofas de un poema.Algo asombrada me limité a cumplir con mi función.No recuerdo el monto, sí que pagó en efectivo.
Claro que reconocí al autor cubano, Nicolás Guillén.De él sé mucho. Soy licenciada en literatura y especialista en literatura latinoamericana.Pero hoy en este país el arte, la belleza, lo que soñé, estudié.Investigar, enseñar hoy no tiene lugar.La cultura perdió todo valor.Y aquí estoy frustrada, aferrada a un magro sueldo.Por lo menos esta vez hice algo impensado, vendí una porción de arte y belleza. Veji.

Palmi Fraggel Rock dijo...

¡JAJAJA! Bravo, Juan Carlos, me he reído y emocionado, imaginándo la cara de la buena mujer, enterrada en la rutina, sorprendida doblemente, por tu regalo poético, por el soplo de aire fresco, por su identidad de ser humano recuperada...aunque fuese por un instante...¡sucedió!
¡Besotes!

Roberto Yuste dijo...

Fantástico el relato. Me puedo imaginar la cara de la cajera!! Salu2